Las selfies, los influencers, las series y los vínculos por redes sociales son algunos de los temas que analiza el libro “Cultura Pop. Resignificaciones y celebraciones de la industria cultural en el siglo XXI”.
Las selfies, los influencers, las series y los vínculos por redes sociales son algunos de los temas que analiza el libro “Cultura Pop. Resignificaciones y celebraciones de la industria cultural en el siglo XXI”, escrito por los investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes Leonardo Murolo e Ignacio Del Pizzo y que presentaron en la UNR en el marco del Congreso de la Democracia.
La idea de esta publicación surgió de charlas de café, debates en clases presenciales y virtuales, producciones escritas, ponencias en congresos y reflexiones que los docentes construyeron en el marco del proyecto de investigación “Tecnologías, política y cultura popular y masiva. Usos y narrativas de la comunicación en redes”. El resultado es la producción de un texto de divulgación a partir de lo que investigan en la Universidad pero para un público masivo, con la intención de revalorizar ciertos saberes sobre la cultura pop.
“El pop, que se desarrolló a mediados del siglo pasado en un arte disruptivo, habilitó pensarlo como una celebración o como una crítica a la sociedad de consumo. Desde allí devino en todo tipo de arte y encontró su mayor popularidad en la música. Con la complejidad del universo mediático no solamente los formatos televisivos, radiales y de revistas, las redes, la telefonía y los videojuegos adoptan formas pop, sino también se despliega una política, un deporte, un sistema de estrellas que ostentan el halo pop como identidad”, expresan.
“Hay mucho para pensar cómo construimos nuestras identidades, cómo le conferimos sentido a nuestra historia personal alrededor de determinados consumos culturales”, dice Murolo y ejemplifica: “Una canción, un programa de TV o algo que leíamos nos hacen acordar a la escuela, al grupo de amigos, etc”. Por esta razón una dimensión importante que atraviesa la obra es la nostalgia de los 80 y 90, en cuanto a su moda, música, videojuegos, vinilos, máquinas de escribir. Y aclaran que en el terreno cultural, ninguna expresión, formación o práctica puede declararse finalizada y aducir que quedó obsoleta, al tiempo que prácticamente ninguna otra puede consagrarse, por más esfuerzo que se haga, como lo intrínsecamente nuevo.
Según explican los comunicadores, los políticos están habitando las redes queriendo poner en jaque a los medios tradicionales y sus agendas, el fútbol se consagra como una cultura popular pero también dentro de los cánones de lo mediático porque los ídolos deportivos habitan estos espacios como celebridades e influencers, en términos de modelos.
Las nuevas propuestas como las series web, los gamers, youtubers y todo ese universo “lo vimos surgir, tener superpotencia en lo mediático, consagrarse, inclusive pasar del amateurismo a la profesionalización en algunos casos”, afirma Murolo.
Como el vinilo y el casete, este libro tiene dos lados: uno sobre el tiempo y otro sobre el espacio. En esas partes los capítulos hablan de transformaciones y apropiaciones del audiovisual digital, lo viejo en lo nuevo, el rol de las figuras de los medios, la valoración de los consumos culturales, la construcción de la propia imagen en redes, los territorios locales en el cine, las dinámicas de la política en un escenario mediatizado y las adopciones tecnológicas en la narrativa deportiva. Se trata de temáticas contemporáneas “de las que todos tenemos algo para decir”, afirman.
“El texto va desovillando formas de comprender las nuevas pantallas y los usos que les damos que, paradójicamente, muchas veces nos remiten a algo pasado”, explica Del Pizzo y resalta que el foco está puesto en los sujetos sociales y las apropiaciones más que en las tecnologías. Desde una perspectiva cualitativa, como postulan los estudios culturales, analizan qué hacemos con esas tecnologías.
La selfie, un espejo
En el capítulo “Teoría de la selfie, narrativa y usos de la fotografía digital contemporánea”, los autores presentan una contextualización para pensar en qué momento de la historia universal hubo necesidad de “contar la propia imagen”. Allí surge el mito de Narciso que actúa de modo disciplinador por amarse a sí mismo. Y luego, en la historia del arte, los retratos de Rembrandt, Van Gogh y Frida Kahlo, con diferentes formas de habitarse. También autoras como Cindy Sherman que se fotografiaban a sí mismas de una manera militante, feminista, anticapitalista, ambientalista.
¿Qué sucede hoy? ¿Para qué usamos la selfie nosotros, los desconocidos?, se pregunta el comunicador. En primer lugar “para dejar huella en actos que no son biográficos, como casarse, graduarse, cumplir años o hacer viajes exóticos que forman parte de la fotografía del siglo XX”.
La foto del siglo XXI es tomando una cerveza con los amigos, caminando por la calle, “es la fotografía del presente continuo que deja huella de lo que no es biográfico”. Allí reside la potencia de la selfie, “hacer existir el acontecimiento, la instantaneidad. No es para el portarretrato ni para el álbum, es la fotografía del presente que le habla al presente”, explica Murolo y compara: “Antes era un documento, el recuerdo del pasado que le habla a un futuro”.
Otra característica, según describe el investigador, es el retorno del primer plano, algo de lo que no participábamos y que teníamos vedado por no ser famosos. El primer plano era para los actores en la pantalla gigante del cine, el rostro de Greta Garbo, Julia Roberts, Angelina Jolie o Brad Pitt o las publicidades con modelos en la calle que nos dicen “esto es bello en la contemporaneidad”. ¿Para nosotros cuándo el primer plano? “Para el DNI, el registro de conducir y el prontuario, es decir la sospecha, no la belleza”, expresa.
“La selfie nos propone ser bellos Nos sacamos veinte y elegimos una”, afirma. “Nos reconocemos en el espejo y en la cámara frontal, al revés de cómo nos ven los demás. Por eso la selfie nos gusta, porque nos vemos como en el espejo, nos muestra ese que ya conocemos y ahí está la fascinación”.
Leonardo Murolo es Doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de La Plata. Profesor, investigador y director de la Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Quilmes. Ignacio Del Pizzo es Maestrando y Especialista en Comunicación Digital Audiovisual, Licenciado en Comunicación Social y Diplomado en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes, donde se desempeña como docente, investigador y extensionista.
Periodista: Victoria Arrabal / Fotógrafa: Camila Casero